HEART-SHAPED BOX


HEART-SHAPED BOX

Texto de Francisco Javier Suárez
Dirección Cristian Alcaraz
Interpretación Juan Antonio Hidalgo, Andrés Suárez, Raquel Cruz y Ricardo Truchado
Asistencia de dirección Carmen Vega
Iluminación y técnica Visuales Tama
Visuales Tiquismiquis.club
Diseño de escenografía y vestuario Cristian Alcaraz

Dos hermanos se encuentran, tras más de diez años, para echar las cenizas de su padre en un lago de Ruanda. En aquel país, el padre de ambos trabajó como médico y logró salir vivo de la matanza entre hutus y tutsis que se produjo en 1994; año, también, en el que Kurt Cobain daría su último concierto en la ciudad alemana de Múnich antes de pegarse un tiro apenas un mes después.
Una obra acerca de la posibilidad del perdón. Una suerte de estética/ética entre Ken Loach y Gabriel García Márquez.

La obra según su director:
Heart-shaped box es una obra que trata sobre la incomunicación y sobre el perdón, –sobre el perdón como tótem–, y también una obra que discute sobre la decisión ante diferentes premisas. ¿Qué debemos hacer? ¿Quién espera que hagamos esto? ¿Cómo podemos plantear otras opciones? Así, los personajes, envueltos en una incomunicación heredada (social, familiar) deambulan por sus vidas, por sus conflictos, en busca de una posible redención”.  Cristian Alcaraz

La obra según su autor:
“Cuando escribí esta pieza, me propuse indagar en una de las matanzas más cruentas de la humanidad haciendo examen de lo que, con el paso de los años, fructificó como uno de sus logros: las políticas de concordia entre hutus y tutsis auspiciadas por el Gobierno de Ruanda. El perdón como la materia de un forense psicológico iba a convertirse en uno de los sustratos de la escritura de esta dramaturgia en la que abordaría un tema tan poliédrico creando la historia de dos hermanos que se encuentran, pasados los años, para echar las cenizas de su padre en un lago del mencionado país. Un padre que les abandonó, o así lo sintieron ellos, cuando eran solo unos adolescentes. Un padre al que también ellos trataran de perdonar. Pero hay mucho más, lógicamente: mi escritura es lucha en el barro. Ya era suficiente con el asunto del perdón (escindido aquí de toda connotación religiosa y vinculado, eso sí, con lo sobrenatural), pero subí la apuesta porque en mi siempre disfrutable tarea de documentación, me encuentro con otro tema que no podía dejar escapar: la mirada sobre la guerra de Ruanda por parte de los medios de comunicación y la política internacional. Corría el año 1994 y un joven cantante de veintisiete años se pegaba un tiro en su casa de Seattle: la estrella del grunge Kurt Cobain acapararía todos los focos mediáticos mientras en Ruanda, en esas mismas fechas unos ciudadanos mataban a machetazos a otros ciudadanos y vecinos, en el espantoso fragor de un genocidio que lleva la marca de las Naciones Unidas mirando para otro lado. Caben en esta historia los gorilas plateados, el olor a la muerte, un osito de peluche al que le falta un ojo, la música de Jimmy Fontana, dos hermanos que se encuentran,  pasados diez años, en un territorio en el que todavía puedes pisar una calavera de un niño; caben: la voz de un locutor de radio aficionado que habla porque encuentra en el lenguaje una palanca para cambiar el mundo, la presencia de un inmigrante y su amistad con un funcionario ‘repleto de soledad’ (oxímoron), una luz anaranjada, misteriosa y salvífica que hice aparecer en una iglesia masacrada en Ruanda y, claro, sí, esa última canción que cantó Cobain en Múnich en su último concierto antes de volarse los sesos: Heart-Shaped Box, caja con forma de corazón”.  Francisco Javier Suárez




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